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Witérico (603-610), un storyboard del rey godo

Witérico (603–610), accedió al trono tras una conjura contra Liuva II, consolidando su poder mediante alianzas nobiliarias. Gobernó con dureza, enfrentando tensiones internas y conflictos con la nobleza. Favoreció a los sectores arrianos, lo que deterioró su relación con la Iglesia católica. Su mandato terminó abruptamente, posiblemente asesinado, y su memoria fue proscrita: su nombre fue eliminado de documentos oficiales, reflejo del rechazo posterior a su reinado. Su figura simboliza la inestabilidad política del reino visigodo en el siglo VII.


Ascenso al trono por golpe

En 603, Witérico derroca al joven Liuva II en Toledo, proclamándose rey tras un sangriento golpe. En una plaza fortificada, los nobles visigodos, intimidados por su ejército, lo coronan, pero los obispos católicos, leales al legado de Recaredo, lo miran con recelo. Witérico, un guerrero ambicioso pero falto de tacto político, promete restaurar la gloria visigoda y reducir la influencia eclesiástica, ignorando las tensiones que su arrianismo residual y su violencia despiertan.

Campaña contra los bizantinos

En 604, Witérico lanza una campaña contra las posesiones bizantinas en el sur, buscando recuperar territorios perdidos. Desde un campamento cerca de Málaga, dirige un asedio, blandiendo su lanza para motivar a las tropas, pero la resistencia bizantina y la falta de apoyo nobiliario limitan sus éxitos. Frustrado, regresa a Toledo, donde su dureza contra los nobles que no lo apoyaron siembra más discordia, alejándolo de los hispanorromanos católicos.

Tensión con los obispos

En 605, Witérico convoca a los obispos católicos en Toledo para exigir su lealtad, resentido por su influencia tras el Concilio de Toledo. En una basílica, su discurso agresivo, que critica la riqueza eclesiástica, provoca la ira de los prelados, liderados por Isidoro de Sevilla. Witérico, amenazando con confiscaciones, refuerza su guardia, pero su hostilidad hacia el catolicismo lo aísla aún más, avivando conspiraciones nobiliarias.

Corte marcial en Toledo

En 606, Witérico transforma su corte en Toledo en un bastión militar, rodeándose de generales leales y desterrando a nobles sospechosos de traición. En una sala austera, revisa mapas de las fronteras, planeando nuevas campañas, mientras su esposa borda una capa con motivos godos. Su paranoia crece al escuchar rumores de rebeliones, y su decisión de aumentar impuestos para financiar el ejército irrita a los hispanorromanos, profundizando la división.

Cacería para unir a los nobles

En 607, Witérico organiza una cacería en los bosques cerca de Toledo para ganarse a los nobles tras años de tensiones. Lidera la partida, matando un jabalí con una lanza, y reparte la carne en un banquete al aire libre, pero las risas ocultan intrigas. Algunos nobles, resentidos por su autoritarismo, intercambian miradas conspirativas, mientras Witérico, confiado, ignora las señales de peligro.

Concilio fallido con los francos

En 608, Witérico intenta negociar una tregua con los francos, enviando emisarios al norte para evitar incursiones. En Toledo, recibe a un emisario franco, ofreciendo regalos de ámbar, pero su negativa a ceder territorios y su tono beligerante frustran las conversaciones. La ruptura diplomática lo obliga a reforzar las fronteras septentrionales, mientras los nobles critican su incapacidad para lograr la paz, debilitando su autoridad.

Educación de su hija Ermenberga

En 609, Witérico supervisa la educación de su hija Ermenberga, preparándola para un matrimonio político con los francos. En una sala de Toledo, le enseña sobre alianzas, mientras una dama borda con ella. Witérico, consciente de su aislamiento, ve en Ermenberga una herramienta para estabilizar su reinado, pero teme que su impopularidad limite las opciones matrimoniales, lo que lo sume en ansiedad.

Asesinato en un banquete

En 610, Witérico es asesinado durante un banquete en Toledo por nobles descontentos, posiblemente aliados con Gundemaro. En la sala, rodeado de copas y risas falsas, un conspirador lo apuñala en el pecho, derramando sangre sobre la mesa. Los guardias, sorprendidos, no logran detener a los asesinos, que huyen en la noche, dejando el reino en caos y abriendo paso a un nuevo rey.

Funeral forzado

Tras su asesinato, Witérico es enterrado apresuradamente en las afueras de Toledo, sin honores, por un puñado de leales. Un sacerdote católico oficia a regañadientes, mientras los nobles ya negocian con Gundemaro. La tumba, marcada por una losa tosca, refleja su reinado impopular, olvidado rápidamente en un reino ansioso por estabilidad.

Legado despreciado

Años tras su muerte, los cronistas en Toledo apenas mencionan a Witérico, culpándolo por su hostilidad hacia la iglesia y su reinado violento. En un consejo, los nobles bajo Gundemaro lo recuerdan como un error, mientras un escriba tacha su nombre de un pergamino. Su legado, marcado por la división, sirve como advertencia contra el autoritarismo en un reino frágil.

Rey anteriorReyRey posterior
Liuva II (601-603)Witerico (603–610)Gundemaro (610-612)