Archive for agosto, 2012

31
Ago

Las sacerdotisas de Apolo

   Posted by: Gundulf    in Apolo, pitia, Platón, Sócrates

Pitia en el trípode profético

Ningún otro mito puede servirnos mejor de introducción que el de la profetisa por excelencia, Casandra. Según el mito, Casandra, hija de Príamo y Hécuba, tubo un hermano gemelo al nacer, Héleno, y los felices padres celebraron una fiesta en el templo de Apolo Timbreo, en las afueras de Troya. Al anochecer, embriagados, regresaron al hogar, olvidándose de sus hijos, que pasaron la noche en el santuario. Cuando a la mañana siguiente fueron a buscarlos, los encontraron dormidos mientras dos serpientes les lamían los oídos; de esta forma Héleno y Casandra, purificados por el animal que simbolizaba a Apolo, adquirieron el don de la adivinación.

Otra versión del mito dice que Casandra había aprendido el arte adivinatorio de Apolo enamorado de ella. Una vez poseedora del conocimiento no quiso entregarse a Apolo y, en castigo, el dios quitó a sus palabras todo viso de credibilidad: en adelante Casandra podría adivinar el futuro pero no sería creída. Así, la hija de Príamo y Hécuba tuvo que asistir impotente a los preparativos de la guerra de Troya que ella había predicho, oponiéndose sin éxito a que entrara en la ciudad el famoso caballo de madera.

Apolo poseía de Zeus el conocimiento de los oráculos y de los destinos, pero Él daba a conocer la voluntad de su padre por la inmediación de la Pitia.  Se creía que el nombre de la primera Pitia era Femonoe, la compresora de las voces; ella fue escogida de entre las doncellas de Delfos y, como más tarde las Vestales romanas, estaba obligada a la castidad; no se exigía que la Pitia poseyese una inteligencia superior, por el contrario, cuanto más sencilla de espíritu, más apta parecía para los servicios a que se la destinaba.

Para profetizar la sacerdotisa se encaramaba a un trípode colocado encima del lugar en el que una derivación artificial vertía las aguas del manantial Casotis. Precedía  a toda consulta de la Pitia un sacrificio y sólo cuando el examen de las entrañas de la víctima presentaba síntomas favorables, entraba en escena la sacerdotisa de Apolo.  Ella después de purificarse entraba en el Adyton, vestida con un traje teatral que recordaba el de Apolo Musageta; bebía agua de la fuente Casotis, se ponía una hoja de laurel en la boca y teniendo en la mano una rama de este mismo árbol, se encaramaba al trípode.

Entonces los consultantes, que aguardaban en una habitación contigua, eran introducidos por turno y proponían sus preguntas, ya de viva voz, ya por escrito. La Pitia, embriagada al parecer por los vapores del antro, y cogida por el dios, caía inmediatamente en éxtasis. Esta crisis nerviosa no era siempre simulada, porque en tiempos de Plutarco una Pitia murió a consecuencia de ella.

Una de estas mujeres de Apolo fue Aristónica, pitia del santuario de Delfos que vivió durante la época de las guerras médicas (480 a.C.) y que ofreció a los magistrados atenienses un oráculo acerca de cuál iba a ser su futuro ante las huestes persas. De entre su profecía en verso destaca la parte interpretada por Temístocles que dice así:

 

“Mira, al ser tomado lo demás que contienen en su interior
la frontera de Cécrope y la gruta del divino Cicerón,
Zeus, de amplia mirada, concede a Tritogenia
que una muralla de madera
sea la única inexpugnable, que te servirá a ti y a tus hijos.”

 

Según Temístocles lo que los atenienses debían hacer era disponerse para una batalla naval, ya que era esto y no a las murallas a lo que se refería el  “muro de madera”. Poco después los atenienses vencían en Salamina.

Además del santuario de Delfos, existían en Grecia otros a los que se iba a consultar al oráculo de Apolo: en Beocia, los de Ocrefia y Tebas; en el Peloponeso, el de Argos; pero el oráculo más famoso, después del de Delfos, se encontraba en el Asia Menor, en Mileto, o mejor dicho, a poca distancia de la ciudad, en Dídima.

En él se adoraba a Apolo con el  nombre de Didimeo o gemelo. El fundador del oráculo fue Branco, adivino y purificador legendario, hijo de Esmicro (héroe originario de Delfos) afincado en Mileto. Según cuenta la leyenda mientras Branco cuidaba su rebaño en el monte fue amado por Apolo, quien le obsequió con el don de la adivinación por medio de un beso. Él fundó el santuario oracular de Dídima que fue atendido por sus descendientes. El nombre de la única sacerdotisa que conocemos de este santuario es Trifosa, citada en una inscripción tardía del año 200 de nuestra era. La sacerdotisa de Apolo Didimeo caía en trance extático de manera similar a la pitia de Delfos. El ritual también era bastante similar y la pitia sostenía entre sus manos una vara, se sentaba sobre una tabla, lavaba sus pies y el borde del vestido en agua sagrada, aspiraba vaporea, ayunaba tres días y se retiraba al adyton.

Remontando la costa de Asia Menor, se encontraba el oráculo de Claros, cuya fundación era atribuida a Manto, hija de Tiresias. Más al sur, en Licia, existía un santuario de Apolo en Patara; la sacerdotisa que los servía, antes de contestar las preguntas que se le dirigían, pasaba la noche en el templo, donde era visitada por el dios, produciéndose una especie de hierogamia entre el dios y la mujer.

En Mantinea existía otro templo de Apolo y las noticias de una de sus sacerdotisas nos viene de manos de Platón, quien en el Banquete afirma que la sacerdotisa Diotima había celebrado un sacrificio con la intención de alejar durante diez años la peste que asoló a Atenas a comienzos de la guerra del Peloponeso. En dicho diálogo Sócrates se declara discípulo de Diotima, de quien ha aprendido la doctrina de la inmortalidad del alma y las teorías de la reminiscencia y del Amor.

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En el mito griego, la mujer aparece como dueña de la vida y de la muerte en la personificación del destino en un grupo de tres mujeres, las Parcas. El Destino es un dios ciego, hijo del Caos y de la Noche, y tiene en sus manos la urna que encierra la suerte de los mortales y de los mismos dioses; las Parcas, hijas de Temis, son las encargadas de ejecutar sus órdenes.

 

La primera de ellas es Cloto, la hilandera, que tiene en su mano una rueca que lleva prendidos los hilos de todos los colores y de todas las calidades, de seda y oro para los hombres cuya existencia ha de ser feliz, y de cáñamo y lana para los destinados a ser pobres y desdichados.  La segunda de las Parcas es Láquesis, la que dispone del destino; ella es la encargada de dar vueltas al huso en el que se van arrollando los hilos que le presenta su hermana. Y la tercera es Átropos, la inexorable, que inspecciona el trabajo de sus dos hermanas y que corta el hilo de la vida con las tijeras de la muerte cuando le place.

 

En las creencias germánicas, las tres Parcas eran las Nornas, quienes tejían la trama del destino y repartían la fortuna sobre la cuna de cada recién nacido. Sus nombres eran Urda, Verdandi y Skuld, y representaban el pasado, el presente y el futuro.

 

Las Nornas llevaban el nombre de Vala, o profetisas, ya que tenían el poder de la adivinación, un poder que se creía restringido al sexo femenino. Estas profetisas, a las que también se conocía como Idises, Dises o Hagedises, oficiaban en los santuarios forestales y en arboledas sagradas, y siempre acompañaban a los ejércitos invasores. Encabezando o mezcladas entre el ejército, conducían vehementemente a los guerreros a la victoria, y cuando la batalla había concluido a menudo cortaban el águila sangrienta en los cuerpos de los prisioneros. La sangre se recogía en grandes baldes, en los que las Dises sumergían sus brazos desnudos hasta los hombros, antes de unirse a la frenética danza con la que concluía la ceremonia.

15
Ago

Las Sibilas

   Posted by: Gundulf    in Casandra, Delfos, Sibila de Cumas, Sibilas

Sibila Persa

Sibila Persa

Las Sibilas eran mujeres con dotes proféticos que a veces caían en un estado de trance para tener, por lo general, malos presentimientos. Como que estas visiones solo se habían de cumplir al cabo de muchos años, algunos sacerdotes empezaron a recopilar las profecías de modo que la posteridad tuviera constancia de ellas.

La idea general que se tenía sobre una Sibila era la de una vidente en misteriosa soledad, que sólo en ocasiones se acercaba a los hombres, y que desaparecía luego entonando la melodías proféticas. En una época posterior se imaginaba a las sibilas como escritoras, siendo  Dafne, la hija de Tiresias, enviada como ofrenda a Delfos por los epígonos, “escribió allí toda suerte de cresmos de diverso género”.

*El cresmo es la profecía conservada desde antiguo, sin previa interrogación; el oráculo, lo que se manifiesta en un momento  determinado como contestación a una pregunta.

El término de sibila aparece por primera vez en el siglo V a. C. en la obra de Heráclito de Éfeso quien lo utiliza para designar a una sola profetisa. Otros autores también la citan como si de una sola persona se tratase, así Eurípides la cita en el prólogo de su tragedia Lamia, Aristófanes la ridiculiza y Platón la asocia a la pitia de Delfos. No será hasta el siglo IV a. C. cuando se consolidará la creencia en una pluralidad de sibilas que se irán incrementando hasta llegar a diez en la clasificación de Varrón (s. I a. C.).  La siguiente clasificación sigue un criterio geográfico dependiendo del lugar donde la sibila ejercía su don profético:

 

Sibila Líbica

Sibila Líbica

Sibila persa. También es llamada caldea, hebrea o babilónica y su nombre era el de Sabe o Sambethe. Entre sus méritos destacan el haber anunciado los sucesos de la torre de Babel y las victorias de Alejandro Magno.

Sibila libia. A veces llamada también egipcia, fue conocida en Grecia hacia mediados del siglo V a.C.

Sibila délfica. Se presenta como hija de Apolo y según algunos autores sustituyó a la pitia.

Sibila cimérica. Conocida también como itálica residía en las proximidades del lago Averno. Posteriomente fue eclipsada por la sacerdotisa del templo de Apolo en Cumas. Según el poeta Nevio, el más importante de sus consultantes fue Eneas.

Sibila eritrea. Fue una de las sibilas más conocidas y de mayor prestigio del mundo helenístico.

Sibila Délfica

Sibila Délfica

Sibila samia. Se la sitúa en torno a la fundación de Bizancio y recibe el nombre de Femónoe siendo la primera que cantó en hexámetros según Pausanias.

Sibila cumana. Fue la más famosa entre los romanos gracias a la Eneida de Virgilio quien la relaciona con Eneas y los tiempos anteriores a la fundación de Roma.

Sibila helespóntica. Una de las sibilas anteriores a la guerra de Troya y predijo la perdición de la ciudad a causa de Helena.

Sibila frigia. Recibe diversos nombres, como Artemis, Herófile, Saríside o Casandra.

Sibila tiburtina. En origen era una ninfa itálica pero la posterior popularidad de las sibilas hizo que se la asimilase a una de ellas. Su nombre era Aniena o Albúnea.

Sibila Eritrea

Sibila Eritrea

 

Los romanos en sus propias tierras no tenían ningún oráculo importante por lo que su sed de profecías la apagaban viajando a Dodona, Delfos o incluso a los santuarios de las costas de Asia Menor. Finalmente asimilaron una de las formas menos importantes de los oráculos griegos, las sentencias de las Sibilas y sus libros marcaron el destino de su Imperio.

Al siglo VI corresponde la famosa compra de los Libros Sibilinos en Roma por el rey Tarquino. Puede ser que en esa época se extendiera desde Grecia un deseo general de poseer cresmos, de suerte que también el rey de Roma tuviera noticias de ello.

Sibila-Cumana

Sibila Cumana

Roma administró sensatamente este tesoro y no permitió ningún ordenador que dispusiera de ellos omnímodamente, sino que nombró funcionarios ad hoc, primero dos, luego diez y finalmente quince, con reguladas atribuciones y sólo el Senado podía decidir si había que interrogar los libros y en qué momento.

Pero la Sibila por excelencia fue la adivina de Cumas, en la Campania romana. Su fama se extendió por el Imperio y su cueva se convirtió en un santuario oracular. Según el mito Deífore llevó a Eneas a los infiernos y ofreció un pastel soporífero al perro tricéfalo que guardaba su puerta para poder entrar en el submundo.

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