Tulga (639-642), un storyboard del rey godo
Tulga (639–642), heredó el trono de su padre Khíntila, pero su juventud e inexperiencia facilitaron su derrocamiento por una facción encabezada por Chindasvinto. Su reinado fue breve y sin grandes logros registrados, lo que refleja la debilidad del modelo sucesorio hereditario en la monarquía visigoda. Fue depuesto mediante una asamblea nobiliaria, lo que marca el retorno al sistema electivo del trono. Su figura es representativa de la lucha entre linajes reales y poderosos grupos aristocráticos.
Ascenso al trono
En 639, tras la muerte de Khíntila, Tulga, de unos 15 años, es proclamado rey en Toledo, heredando el trono de su padre. Su coronación, en una basílica, es opacada por la falta de apoyo nobiliario, con los obispos como sus únicos aliados firmes. Tulga, inexperto y temeroso, promete seguir el catolicismo, pero los nobles, liderados por Chindasvinto, ya conspiran para reemplazarlo.
Corte débil
En 640, Tulga reside en un Toledo fracturado, incapaz de controlar a los nobles. En una sala, escucha quejas sobre impuestos, pero su voz titubeante permite que los nobles manipulen las decisiones. Los obispos intentan guiarlo, pero las conspiraciones de Chindasvinto crecen, y Tulga, aislado, se refugia en la oración, consciente de su vulnerabilidad.
Educación frustrada
En 640, Tulga intenta aprender de los obispos en Toledo, estudiando leyes para parecer un rey fuerte. En una sala, un obispo le explica el Concilio de Toledo, pero Tulga, distraído, teme a los nobles. Su esfuerzo por madurar es inútil, ya que las conspiraciones de Chindasvinto lo condenan antes de que pueda gobernar.
Cacería fallida
En 641, Tulga organiza una cacería cerca de Toledo para impresionar a los nobles, pero su torpeza con la lanza provoca risas. En el banquete, intenta ofrecer regalos, pero los nobles, liderados por Chindasvinto, fingen lealtad mientras planean su derrocamiento, dejando a Tulga en una ilusión de apoyo.
Apoyo a la iglesia
En 641, Tulga dona tierras a las iglesias de Toledo, siguiendo el ejemplo de su padre para ganarse a los obispos. En una ceremonia, entrega un pergamino, pero los nobles ven esto como debilidad, y las donaciones no detienen las conspiraciones. Tulga, desesperado, pide protección divina, mientras Chindasvinto reúne apoyos en las sombras.
Oración desesperada
En 642, Tulga, sintiendo el golpe inminente, ora en una capilla de Toledo, pidiendo fuerza para salvar su trono. Solo, con un crucifijo, llora mientras los guardias murmuran afuera, alertados por movimientos de Chindasvinto. Su fe, aunque profunda, no lo protege, y su reinado termina horas después, marcando su tragedia personal.
Derrocamiento por Chindasvinto
En 642, Chindasvinto derroca a Tulga en Toledo, aprovechando su debilidad. Durante un consejo, los nobles lo capturan, despojándolo de su corona, y lo exilian, posiblemente tonsurándolo para evitar su retorno. Tulga, humillado, desaparece de la historia, mientras Chindasvinto se proclama rey, marcando el fin de un reinado efímero y trágico.
Exilio y olvido
Tras su derrocamiento, Tulga es exiliado, posiblemente a un monasterio, y desaparece de las crónicas. En una celda, reflexiona sobre su breve reinado, mientras un monje le lleva pan. Los nobles, bajo Chindasvinto, lo ignoran, y su nombre se pierde, símbolo de la fragilidad de los reyes jóvenes en un reino ambicioso.
Legado inexistente
Años tras su caída, Tulga es apenas un eco en Toledo, su reinado olvidado por los cronistas. En una basílica, un obispo menciona su nombre al pasar, pero los nobles, bajo Chindasvinto, discuten leyes nuevas, ignorando al rey niño. Su inexistencia en la historia refleja la crueldad de un reino.
Rey anterior | Rey | Rey posterior |
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Khíntila (636-639) | Tulga (639-642) | Khindasvinto (642-653) |